Cuando perdemos una pieza dental es importante poner remedio lo antes posible, pero muchos no saben por qué o les da miedo el proceso y la intervención. Tanto si es una pieza visible al hablar y sonreír, como si queda fuera de la vista, es esencial reemplazar la pieza para evitar problemas como la movilidad de las piezas colindantes, pero, más importantes todavía, para evitar una atrofia ósea en la mandíbula.

Al carecer de un diente, la mandíbula comienza a perder hueso y, si esto avanza mucho, imposibilita el implantar un diente o llevar una prótesis fija. Además, esta atrofia puede quedarse en una zona en concreto, pero también se puede generalizar tanto en el maxilar como en la mandíbula.

Este desgaste también nos lleva a padecer dolencias y problemas en la articulación temporomandibular, que es la que nos permite realizar todos los movimientos masticatorios.

Entre los trastornos de esta articulación, encontramos afección en las articulaciones y músculos de la masticación que conectan la mandíbula inferior al cráneo. Cuando llegamos a este punto, incluso podemos sufrir dolores que, mientras no se inicie un tratamiento, se puede aliviar realizando masajes tanto dentro como fuera de la boca, aplicando presión con los dedos en ciertos puntos de la mandíbula y la cara, aplicando un aerosol frío y estiramiento de los músculos, para conseguir relajarlos; o aplicar un anestésico que alivie el dolor.

Cada paciente tendrá un dolor diferente de esta articulación, por lo que será el dentista que valorará las necesidades de cada paciente para darle un diagnóstico certero con el que disminuir el dolor o las molestias y, si fuese necesario recomendará la intervención quirúrgica necesaria que limpien y lubriquen la articulación o, directamente se reemplace la piensa por una prótesis artificial.

Como puedes ver, a veces las consecuencias de nuestros miedos son peores que afrontarlos. No dudes en ponerte en contacto con nosotros si quieres que valoremos tu caso y te demos la mejor solución para tu boca y tu salud.